Este fin de semana he vuelto de nuevo a Andalucía, al Congreso del
PSOE celebrado en Sevilla. Han sido tres días intensos, de política, de
sentimientos, de ideas, de pensamientos y también de recuerdos.
Y tres días de contradicciones.
Apoyaba y apoyo a Carmen Chacón. La apoyaba y la apoyo con
la misma intensidad que ahora defenderé y apoyaré a Rubalcaba.
Apoyaba y apoyo a Chacón por que he mirado este congreso desde
dos ópticas:
Desde el sentimiento,
por que Carme siempre ha ayudado a La Llagosta, por que la aprecio como persona
y, sobre todo, por que creo que representa la ilusión por un necesario cambio
de rumbo en el partido que no hemos sido capaces de hacer.
Desde la razón, por que he intentado mirar este congreso
como si se estuviera celebrando dentro de dos años. Los días previos al
congreso comenté en muchas ocasiones que Rubalcaba era el mejor para hoy, pero que Carme era la mejor para
mañana.
Y nos estamos jugando el futuro.
Ha ganado Rubalcaba. A partir de ahora, aunque él no era mi opción, le defenderé con uñas y
dientes. Sobre todo, por la firme convicción de que pertenezco a un proyecto
colectivo llamado SOCIALISMO en el que creo y que está por encima y por delante
de Rubalcabas, Zapateros, Chacones o González.
Pero a pesar de esa defensa que haré en el futuro de Rubalcaba, no puedo
dejar de expresar un sentimiento también contradictorio que he vivido estos
días, despertado tras su discurso del sábado.
En su discurso, Rubalcaba me hizo recordar aquellos días,
hace 30 años, cuando viajaba de vacaciones a la tierra de mis padres y mis
abuelos. Al llegar a Andalucía era el catalán, al volver a Catalunya, el
andaluz.
Este fin de semana, tras sus palabras en el congreso de
Sevilla, me he sentido muy del PSC. Durante muchos años en La Llagosta me he
sentido también muy del PSOE.
Desde hace más de 30 años, llevo viviendo con orgullo y sin
contradicciones esa dualidad. Que nadie me la quite. Ni unos, ni otros.